Es muy importante que las monturas se ajusten a las necesidades que marcan los lentes. Es evidente que unos lentes gruesos no deben combinarse con monturas finas y de materiales livianos fácilmente deformables. Es necesario que el óptico le recomiende cuál es la mejor solución para su problema.
De forma general, las gafas deben cubrir el 20-30% de la cara, con el marco superior alineado con el borde de las cejas. Si la montura es demasiado grande, se producirá un mayor grado de deslumbramiento y reflejos que deterioran la calidad visual. En caso contrario, si la montura es demasiado pequeña, se produce una reducción del campo visual.
Los materiales de las monturas también son un elemento a tener en cuenta. De forma general, se recomiendan materiales ligeros y resistentes, tanto a los golpes como a la corrosión por transpiración o por elementos grasos propios de la piel.
Los materiales más resistentes son los de fibra de carbono y/o titanio, aunque también son los más caros. Para niños o deportistas, se recomiendan las nuevas resinas tipo Optyl, que pueden doblarse totalmente recuperando su forma sin perder ninguna de sus características iniciales.
Un aspecto importante de las monturas es el puente o soporte nasal. El 90% del peso de las gafas recae sobre el puente nasal; así que tener en cuenta este punto es fundamental para el correcto ajuste de la montura y para la comodidad de unas gafas. Es frecuente el hecho de probarnos una montura sin los cristales correspondientes, con lo cual soportamos un menor peso. En cambio, cuando nos entregan éstas con nuestros cristales con la corrección refractiva, el peso de los mismos varía la comodidad referida. Por esta razón, es necesario tener en cuenta este factor y consultar al óptico para que nos recomiende una montura que se adapte a nuestra anatomía facial, especialmente al puente nasal, a la vez que a los cristales que habrá que montar en ella; ya que, de lo contrario, tendremos problemas que nos llevarán a no utilizar las gafas o a que éstas adopten una posición anómala que provoca un desplazamiento del centro de las lentes con el correspondiente deterioro de la calidad visual.
A pesar de lo dicho anteriormente, es necesario recordar que las monturas se deforman con el paso del tiempo y, en el caso de los niños en edad de crecimiento, se descentran y se desajustan. Es recomendable que su óptico las revise periódicamente para reajustarlas o recomendarle su cambio.
Gafas bifocales, trifocales y lentes progresivos
Cuando es necesario corregir la vista cansada o presbicia, deben utilizarse gafas de lejos y de cerca, quedando la visión intermedia en situación conflictiva. Para evitar la utilización de distintas gafas que se adapten a cada necesidad, se puede optar por combinaciones como las lentes bifocales, trifocales o progresivas.
Las lentes bifocales combinan dos focos en una misma lente: uno para visión de lejos y otro para visión de cerca.
En las lentes trifocales, se incorpora un tercer foco para la graduación de la visión intermedia.
En las lentes progresivas se consigue que, a cada punto de la lente según el eje vertical, le corresponda un foco o distancia de enfoque diferente. Así se evitan los saltos bruscos de graduación.
Este tipo de lentes obliga al portador a buscar la zona de la lente que le permite el enfoque correcto. En las lentes progresivas, este proceso es más complejo porque a cada punto de la lente le corresponde una graduación distinta. No es fácil la adaptación a este tipo de lentes progresivas porque, en el inicio, hay que acostumbrarse a mover la cabeza para focalizar mejor la escena visual; porque sólo así se utiliza el centro de la lente o foco para cada distancia o enfoque, y es la única forma de obtener la máxima calidad visual.
Por ejemplo, cuando vamos caminando por la calle, si queremos bajar unas escaleras o fijarnos en el bordillo de la acera, debemos ajustar la porción de la mirada en la lente en el punto que corresponde a la distancia de enfoque; es decir, hay que hacer un movimiento no sólo de la cabeza sino de los ojos en sentido vertical, para buscar la zona de la lente que nos permita ver con claridad. Este proceso de cambio de hábito supone un esfuerzo que requiere un tiempo de adaptación y que no resulta fácil a todo el mundo. Es necesario advertir de este hecho a aquellas personas que se inician con este tipo de corrección.
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